De repente entró...
El lugar era frío y oscuro, se notaba que hace mucho nadie entraba ahí...
Era como una bodega, llena de estantes, y cada estante con muchas divisiones, cada división llena de cosas... cartas, recuerdos, imágenes, personas, lugares...
De pronto el hombre fijó sus ojos en un estante donde había un frasco... a simple vista un frasco sin importancia, sin sentido, era lo más despreciable de ese lugar...
Llevaba mucho tiempo ahí... los destellos encendidos rojo carmesí que alguna vez destilaban del agua hoy era simplemente un rojo pálido, triste, apagado...
Pero aun así el hombre se acercó y tomó delicadamente el frasco... una lagrima se escapó ligera y delicadamente de uno de sus ojos y bajaba como acariciando su mejilla, como intentando darle consuelo, mientras él apretaba fuertemente el frasco contra una cicatriz en su pecho...
Este hombre recordó como hacía mucho años, él mismo había traído el frasco, si, el mismo lo había comprado, desde el inicio con el propósito para el que lo había usado, había sido muy preciso, muy exacto al llenarlo, un líquido transparente, cristalino, a tres cuartos de llenar el envase, y luego introdujo en él una bolsa, una bolsa del tamaño de un puño, del puño de un campesino, una bolsa que se movía, que intentaba dar pelea, que se resignaba a aceptar la decisión de su dueño...
Al principio, esta bolsa dentro del frasco, permanecía en la parte superior de este, se movía de un lado a otro, luchaba, intentaba salir... el fuego y el deseo de volver a su lugar natural la impulsaba a no darse por vencida, pero era inevitable que fuera perdiendo su fuerza... sus líquidos comenzaban a mezclarse, a fusionarse, a ser uno con el líquido que este hombre había puesto en el frasco...
Hasta que finalmente un día quedó completamente vacía la bolsa, resignada y sin fuerzas terminó apropiándose de un lugar en el fondo del frasco...
El hombre entonces abrió el frasco... introdujo su mano izquierda y saco esa pálida bolsa que yacía en el fondo, mientras con su mano derecha totalmente abierta recorría con los dedos la cicatriz... de repente comenzó a presionar fuertemente la cicatriz... tan fuerte que comenzaron a verter pequeñas gotas de sangre que se fueron trasformando en hilos que descendían por el abdomen del hombre...
de repente la cicatriz se abrió completamente... y cual si fuera una puerta un trozo de su piel se abrió y dejó al descubierto un gran hueco en su pecho... El hombre tomó la bolsa y la puso en ese gran hueco...
Después de haber colocado la bolsa en ese lugar del que nunca debió salir esperaba que la sangre al bañar la bolsa produjera un cambio, pero la bolsa seguía igual de pálida, igual de muerta... no pasaba absolutamente nada... de repente el hombre lo entendió... no había nada que hacer... ya era muy tarde... había tomado una decisión equivocada y ya no había marcha atrás... el hombre volvió a cerrar la cicatriz, esta vez con la bolsa dentro, pero antes de hacerlo y con lágrimas en los ojos dijo... "ya nada será igual... ya no volverás a latir ni a sentir como antes... pero hoy te prometo que nunca más te apartaré de mi..."